Adiós | Al todo o nada
- Literaria Colofón
- 20 jun 2020
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 18 jul 2020
Osvaldo Olivera | mboehara@gmail.com | martes, 1 de mayo de 2018

¿Hay tango en dos cuerpos desnudos?
¡Cuánta nieve hay en mi alma!
¡Qué silencio hay en tu puerta!
Se escuchaba cantar al Varón del tango, como complemento de una boca que se deslizaba en las inmediaciones de un ombligo que no esquivaba los labios. La boca fue al encuentro de los labios y hasta la música suspiró.
Un candado de dolor
Me detuvo el corazón.
Le susurraba al oído la letra gris de Nada y sus uñas se clavaron en la espalda, la tristeza del tango no pudo, esta vez, con el éxtasis. La pasión no precisa de allegros para mostrar su energía, la milonga del deseo es un compás binario que no permite olvidos.
Nada, nada queda de tu casa natal…
Ambos cantaron aquella línea entre besos y al terminar aquel triste tango, ella le dijo: puedo imaginar esa casa. Él le contestó: y yo ese rosal. Tienen tanto en común como las causas que los separan, pero cuando las miradas coinciden, todo se complementa, hasta los silencios con olor a libros viejos, sus miradas no permiten palabras que molesten su idioma visual. Dos cuerpos desnudos no necesitan palabras para comprenderse, las manos son los morfemas, los labios el verso y la prosa es la piel, no hay mejor rima consonante, no existe soneto más perfecto, endecasílabo trémulo es la piel hablando amor.
Que hoy he vuelto arrepentido
A buscar tu amor.
Seguirán en su refugio, acobachados bajo los sauces locos, besándose sin miedos, volverán una y otra vez a buscar amor, en las letras de un tango que nunca volverá a ser nada.
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